viernes, 28 de noviembre de 2008

Milan

El primer destino de este viaje ha sido Milán. La primera novatada fue coger una carretera nacional en lugar de la autopista. Después de perder casi una hora para hacer 20km, terminamos saliendo a la autopista para llegar a Milán.

Milán es una gran ciudad, de 1,5 millones de personas aproximadamente, y como era de esperar, con un tráfico espantoso, aunque a decir verdad, no tuvimos demasiados problemas para aparcar. Nuestro hotel (Sabatino) estaba cerca de la estación de tren, al final del Corso Buenos Aires, en una zona donde hay montones de hoteles más.



Otra novatada más: hacerle caso a la recepcionista del hotel. Nos dijo que el centro estaba a unos 20 minutos a pie, pero la realidad es que está a una hora.

Entramos por la calle Vittorio Emmanuelle II a la plaza del Duomo. Es sencillamente impresionante, aunque mucho más bonito por fuera que por dentro, pues es un poco oscuro. Lo mejor es subir al tejado, que se puede hacer en ascensor o a pie, y pasear rodeando el Duomo en las alturas.

Una vez volvimos abajo, cruzamos la Galería Vittorio Emmanuelle II para llegar hasta la plaza de L'Scala, frente al Palacio Marino, sede del Ayuntamiento de la ciudad, y donde había una exposición temporal de Caravaggio que veríamos más tarde. La Scala es un edificio que por fuera no dice nada, pese a su fama. En su interior hay un museo de la música y la ópera, y el escenario, que sólo puedes ver a través de unos cristales situados un los palcos. Al menos coincidió con el ensayo de una ópera y pudimos escuchar un rato.

La plaza del Castillo es un enorme espacio rodeado por el Foro Buonaparte, en el centro de la cual se encuentra el Castelo Sforzesco, que alberga varios museos. Cruzando la plaza de armas y saliendo por la parte de atrás, nos dirigimos a la Basílica de Santa María delle Grazie, junto a la cual se encuentra el Cenacolo, el cuadro de La Ultima Cena de Leonardo. No es posible verlo si no reservas con antelación, por lo que nos quedamos con las ganas.

Ya de noche, y en la zona de la Universidad, entramos en San Ambrogio, junto al monumento a los Caídos, un enorme panteón situado justo detrás de la iglesia.

Y agotados de tando andar y de habernos levantado a las 4 de la mañana, buscamos un sitio donde cenar. El centro no es el mejor sitio, la comida es mala y cara, pero es lo que teníamos a mano. Después pasamos por el barrio de Brera y la calle Montenapoleone, donde se sitúan casi todas las tiendas de los diseñadores de renombre, y al hotel a dormir en metro.

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